Hace poco llevé a mi hija de 8 años a una consulta médica con un especialista. Al momento de que nos dijeron el costo, ella gritó a mitad del consultorio: ¡mamá que caro! Yo brinqué de la vergüenza y le pedí que bajara la voz. Después en el coche hablamos tranquilamente y le expliqué el porqué del valor de la consulta.
Pero la realidad es que en el momento me sentí completamente incómoda con su comentario. Esto me hizo reflexionar que algunos adultos no estamos acostumbrados a hablar de dinero con nuestros hijos, pero tampoco con otras personas, rara vez hablamos del valor de las cosas y del esfuerzo que implica adquirirlas. Hablar de dinero es, por tanto, un tabú.
¿Por qué no hablamos sobre el dinero con nuestros hijos?
Esta incomodidad que nos provoca el tema del dinero tiene su origen en nuestra niñez. ¿Alguna vez recuerdas tener una conversación franca con tu papá sobre la importancia del ahorro o sobre cómo invertían su dinero? Si la respuesta es positiva, corriste con mucha suerte. La mayoría de nosotros no recibió en los primeros años – que son vitales para la formación de hábitos – una educación financiera.
La escasez o abundancia de dinero en nuestras casas tiene además una fuerte carga emocional. Te invito a que pienses en alguna dificultad que tu familia tuvo que enfrentar en el pasado; seguramente alguna de ellas estaba ligada a temas de dinero. De esta forma, quienes reciben a manos llenas de pequeños o adolescentes tienen en la adultez una relación distinta con el dinero, de quienes sufren alguna carencia.
Así, creemos pensando que el dinero no sólo es un tabú, sino que además es problemático. Por tanto, nos convertimos en adultos y más adelante en padres que desconocen cómo abordar con nuestros hijos de forma positiva y formativa la importancia de generar hábitos financieros saludables.
El dinero no es bueno, ni es malo, es una herramienta
Dicho esto, podemos concluir que antes de sentarnos a hablar con nuestros hijos sobre hábitos financieros saludables, nosotros como adultos tenemos que arreglar esa relación problemática que tenemos con el dinero.
En esta dirección, Rashmi Sirdeshpande, reconocida autora de libros sobre finanzas para niños, nos brinda una premisa sencilla pero reveladora: el dinero en sí mismo no es bueno, ni es malo, lo que importa es lo que haces con él. Esto ayuda a despojar el dinero de la carga emocional o el poder que usualmente se le ha concedido de forma tergiversada. El plástico de una tarjeta de crédito no tiene valor en sí mismo cobra su valor cuando se convierte en una herramienta para alcanzar un fin específico.
Si queremos trasladar esta idea poderosa a la vida cotidiana tenemos que pensar que el dinero que nuestro hijo ha guardado en su alcancía en los últimos meses es valioso porque permitirá acceder a aquello que han deseado por mucho tiempo y ese esa es la idea que debemos reforzar en nuestros pequeños.
También su ahorro tiene valor hoy porque implica en sí mismo la libertad para elegir en un futuro y ayuda a trabajar virtudes como la perseverancia y el autodominio, al no gastarlo de forma inmediata o en algo para lo que no fue pensado.
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El dinero no crece en los árboles, es fruto del esfuerzo
¿Cuántas veces no hemos escuchado a nuestros hijos suplicar por un nuevo juguete? Y la respuesta que algunas veces escuchan de nosotros es que el dinero no “crece en los árboles”, algo que resulta confuso para los niños, o bien les decimos que “no se puede tener todo”, una respuesta contradictoria si es que estamos educando a nuestros pequeños bajo la premisa que ellos pueden lograr lo que se propongan y aspirar a una vida de abundancia.
De nuevo parece que estamos ante la misma comunicación limitante sobre el dinero con la que fuimos educados.
La realidad es que tenemos que sembrar en la niñez que el dinero es resultado de un proceso. Entonces la conversación cambia y se traslada al campo del valor del trabajo, del ahorro y la perseverancia. Por consiguiente, hay que evitar saciar cada deseo consumista de nuestros hijos – ¡sí! aunque implique un berrinche en medio del centro comercial – y aprovechar estas valiosas oportunidades para hacerlos reflexionar y promover en ellos el sentido del trabajo y la responsabilidad.
Creando conversación sobre el dinero
Pensar que nuestros hijos no tienen la capacidad de aprender sobre finanzas o no lo necesitan o tener la idea errónea de que es aburrido enseñarles sobre ahorro o inversión, es quizás el tabú más perjudicial.
Lo primero que hay que hacer para que la idea sobre el dinero dejé de ser un tabú, es hablarlo, darle la vuelta, sacudirlo y enfrentarlo. Y esta generación de padres tenemos gran responsabilidad en romper paradigmas sobre de lo que debemos de hablar con nuestros hijos incluso en los primeros años.
Nuestros hijos necesitan aprender a relacionarse con el dinero de forma positiva y para ello, necesitan conocerlo, cuestionarlo, entenderlo y manipularlo. Si logramos normalizar la conversación del dinero en la vida cotidiana y lo hacemos de una forma natural y divertida es mucho más probable que de adultos, nuestros hijos tengan una relación sana con el dinero.